SOY FLAVIA

Arte, café y quizás algo más.


Aprender a mirarse con perspectiva

De las cosas más grandes, bonitas y únicas que me han pasado, fue conocerme a través de mi sueños. No recuerdo bien el contexto, el momento en el que yo me encontraba, pero si recuerdo que estaba atravesando un tiempo de cambios. Una noche, me fui a dormir con total normalidad como todos los días y tuve un sueño maravilloso. Soñé conmigo misma pero en mi versión de dos años de edad. Lo que me pareció más llamativo es que no sólo soñé con esa niña sino también estaba mi yo actual de veintitantos. Para mí fue increíble haberme visto de pequeña y haberme conocido (más allá de las fotos) en persona y por una única vez. Esto no suele pasar, ni en los mejores sueños pero yo tuve la suerte de disfrutarlo. Me pude ver, hablar conmigo misma y sentir mi piel. Fue una sensación hermosa, de las mejores diría. Estaba delante mío, de pie en ese grande jardín de la casa de Villa. Yo estaba enfrente a ella, nos mirábamos fijamente, hasta que me animé a tocarla y sentir esos bracitos tan delgados. Le cogí el pelo rizado naranja, toqué su vestido blanco, su carita pequeña y nos abrazamos mucho porque sabíamos que sería la única vez. Inexplicable momento, tanto que me cuesta describirlo en su totalidad sin sentir un vacío en el pecho.

Cuando me acerqué a ella, le hablé y fui muy sincera. Las primeras palabras que salieron de mi boca fueron sólo disculpas porque tenía claro todo su camino y lo que iba a vivir. Yo mayor lloraba mucho y le pedía perdón por las malas decisiones que ahora le tocarían vivir. Tenía un sentimiento de arrepentimiento total, yo no quería que esa niña indefensa sufriera. Me adelanté mucho y le avisé que no sería fácil pero que por encima de todo ella sería feliz. Que fantástico haberme visto en primera persona pero a la vez qué aterrador.

He intentado volver a verme en mis sueños pero ha sido imposible y no tengo claro si alguna vez lo volveré a hacer. Por ahora me lo guardo como mi mejor recuerdo.



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